Pesimista cumple su sueño: tocar el suelo con las manos.
La historia de Pablo Bormioli es una de esas historias de las tranquilamente podemos decir: “¡Esto es para hacer una película!”
Bueno, como no tenemos un mango no pudimos hacer una película y tampoco le podemos comentar la idea a Clint Eastwood porque la última vez con “Invictus 2: Mandela nos saca de la B”, se nos cagó de risa en la cara. Y la risa de Clint, con esa cara y esas arrugas… ah, prefiero no hablar de eso.
Y además, la nota sólo tiene dos fotos porque me olvidé que la cámara no era digital y cuando la abrí se me veló casi todo el rollo.
 
 
Pablo Bormioli es un pesimista, pero no es un pesimista cualquiera, es un pesimista con un sueño… Este sueño es tocar el suelo con las manos, y lo vamos a presenciar en vivo.
 
Estamos esperando que Pablo llegue para ser testigos de tan emotiva experiencia. Quedamos en encontrarnos en la intersección de las calles Acoyte y Rivadavia para que muchas personas puedan ser parte de tan magnífica proeza. Habíamos quedado a las cuatro de la tarde, pero son casi las cinco y media y ni noticias de Pablo, así que seguimos esperando.
 
A ver… Me parece que ahí está llegando Pablo. Sí es él. Vamos a acercarnos.
 
-  Pablo, ¿cómo estás? Somos nosotros de la revista.
 
- Ah, hola. Ahí andamos.
 
- Pablo, contanos ¿qué pasó? ¿Por qué llegaste tarde?
 
- Lo que pasó es que estaba caminando para ir a tomar el colectivo… pero me puse a pensar que no tenía mucho sentido hacerlo, porque seguro que cuando me subiera, el bondi iba a tener que cambiar el recorrido para esquivar a unas personas que estaban haciendo un piquete en protesta de que la calle Santa Fe ahora iba a ser peatonal o algo por el estilo. Y cuando el chofer cambiara el recorrido y fuera por otro camino, una señora se iba a levantar para preguntarle al colectivero por qué cambiaba el recorrido si ella hacía 35 años que tomaba esa línea y siempre era la misma ruta, entonces la vieja indignada iba a pedir que por favor la dejaran bajar ahí, sólo para ser atropellada por un motoquero que acababa de robar un banco en hora pico, pero se había desconcentrado por mirar un mensaje de texto en el que le contaban que se le había muerto el labrador porque se le había tirado a una pileta vacía. No, un bajón. Así que no tomé ningún bondi.
 
- Ah está bien. ¿Y qué hiciste? ¿Tomaste un taxi?
 
- No no. La pensé pero me di cuenta que seguro el taxista me iba a querer cagar, como aquella vez qué uno me confundió con un extranjero y cuando le dije que me llevara al obelisco me preguntó: “¿A cuál de los dos?”.  Aparte me iba a putear porque yo le iba a querer pagar con cien pesos y él no iba a tener cambio y de la bronca me iba a meter todos billetes truchos. Y yo esos billetes no se los puedo meter a nadie, ni siquiera al cieguito que vende petardos cerca de mi casa, porque seguro ese día recupera la vista o algo así. No, un bajón. Ni en pedo, en taxi.
 
- Entiendo. ¿Y cómo viniste entonces, Pablo?
 
. Al final me vine caminando, ya que mientras pensaba todas estas cosas no me di cuenta y llegué. Y decí que me interrumpiste, sinó te cerraba la idea de por qué no podía venir en subte.
 
- Bueno, pero eso es muy bueno y en cierta manera parece ser tu solución, no pensar tanto…
 
- Sí. Mi psicólogo me dice lo mismo.
 
- Ahhh. Vas al psicólogo. ¿Y cómo te está yendo?
 
- La verdad que me lleva por caminos que nunca imaginé.
 
- ¿Cómo es eso?
 
- Es como lo de la caminata ¿entendés? O sea, yo al pensar en todo lo malo de venir en bondi o en taxi, no me di cuenta y vine caminando. Mi psicólogo hace lo mismo, por ejemplo, la otra vez me estaba diciendo de por qué no incorporaba alguna actividad extra curricular a mi vida, entonces me empezó a meter la idea de que me ponga a aprender guitarra, yo lo frené ahí nomás, imaginate, te hacés famoso y te ahogás en tu propio vómito, un bajón; o si estoy tocando y le hago un gesto sexy a una fan, me enamoro y después me entero que es un travesti que ni siquiera me quería sino que me iba a usar para llegar a los medios… Un bajón. O peor, se me corta una cuerda de la viola y me saca un ojo.
 
-No te sigo.
 
-Es que no terminé. Te decía, aparentemente mientras yo le contaba esto al psicólogo, gesticulaba mucho porque en seguida me dijo: - “¡Haceme el gesto sexy al travesti!”, y yo me mordí el labio inferior. Y después me gritó: - “¡Ahogate en tu propio vómito!” , y yo entonces me puse a abrir y cerrar la boca. Y por último, exclamó: -“¡Ahora gesticulá cuando se te corta la cuerda y te asca el ojo!”, y yo me puse a guiñar el ojo, con cara de dolor y frenesí rockero. Entonces el doctor me dijo que, sin darme cuenta, yo había hecho las señas del truco a la perfección, que sería muy bueno en eso. Que me podía inscribir en un club para jugar y conocer gente.  Y yo, por dentro, pensaba: “qué cagada, no la vi venir”.
 
- Increíble. Nunca había escuchado algo así.
 
- Sí, la verdad que sí. Es de la escuela del Contrastivismo, son los que te enseñan una cosa pero en realidad estás aprendiendo otra, su referente fue un tal Miyagi Jung. Igual me sale muy caro, ya mi vieja me dijo que no me lo pagaba más.
 
- Bueno Pablo, ya no podés caer más bajo, me parece que esto realmente es como tocar el suelo con las manos. Por eso estamos acá, para ser testigos de este gesto desperanzador que quedará registrado en los anales de la historia.
 
(Pablo comienza a agacharse tímidamente, mira para los costados para asegurarse que nada raro pueda llegar a ocurrirle).
 
- ¡Vamos! ¡Vos podés!
 
(Sigue flexionando las rodillas hasta tenerlas completamente en el suelo, sólo le faltan las manos).
 
- ¡Te queda el último paso Pablo! ¡Ya casi estás!
 
(Pablo finalmente apoya las manos sobre el suelo).
 
- ¡Pablo, lo lograste! ¡Lo hiciste! Contanos, ¿qué sentís?
 
- La verdad que me siento muy bien, es raro, tengo ganas de quedarme así para disfrutar de este momento. Muy lindo la verdad. Uy… Pero… Nooo, mirá mis manos, todas sucias, seguro me contagio algo que se contagió alguien, o sea que me toca algún virus mutado para el que todavía no hay cura.
 
- Bueno Pablo, pero no lo veas así, pensá que quizás con la enfermedad viene una cura, y puede ser una cura que lleve tu nombre.
 
- Sí es verdad. Pero esas cosas nunca sabés, después son esas vacunas que terminan transformando a todos en zombies.
 
Pablo se limpia las palmas de las manos y nos saluda, ya en retirada.
 
- Bueno, me voy que llego tarde al laburo. Tengo que dar el reporte del clima, ahora a las 7 de la tarde…
Nah!
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Nota para la revista Nah!

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