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Se abre, desde fundido a negro, un plano general, desenfocado, en el que se distinguen dos personajes sentados en una azotea. La luz procede contrapicada de las farolas que hay en la propia calle y más alla del horizonte del mismo edificio. El plano es fijo y amplio, y los personajes gritan y dicen cosas, que nos resultan incompresibles, pues el sonido rebota y hace efecto aislado y magnetofónico de pecera. Sólo hacia el final se descubrirá que los personajes que gritan y se encuentran indefinidos están bebiendo, pero eso no nos importa, pues el plano se corta pocos segundos después, dejando solo un espacio negro.
