Cuando Paloma, la caballo, cerró sus ojos, su mente escapó a otra realidad; el árbol, las personas y el dolor habían desaparecido.
Solo se encontraba ella y una mujer de cabello largo y ondulado. Aquella mujer le cantaba una canción de cuna mientras acariciaba su cabeza, su voz la llenaba de paz y tranquilidad, se sentía como si fuese una pequeña potranca que recién había nacido. 
Sin pensarlo, galopó por toda la montaña sintiéndose libre por primera vez, su pelaje se alborotaba con el viento y sus ojos se llenaban de lágrimas. 
Poco a poco su cuerpo empezó a transformarse en el de un humano y su paso se hacía cada vez más lento, comenzó a sentir dolor otra vez en su pata y poco a poco su vista se llenó de otro paisaje conocido. 
Cuando abrió sus ojos completamente, se dio cuenta que solo habían pasado unos segundos y su pie seguía atrapado en aquel árbol, solo escuchó la sierra eléctrica cortar la rama y su cuerpo se desplomó en el piso y quedó inmóvil por un instante, analizando la situación. Cuando se levantó se dio cuenta que su pierna estaba destrozada y le quedaba poco tiempo de vida, pues ya no serviría para trabajar. 
Se sintió triste y confundida, pero aliviada por haber sentido por unos pocos segundos esa felicidad y libertad que nunca antes había sentido. 
Triste caminó por el prado imaginando que después de muerta posiblemente volvería a escuchar la canción de cuna de aquella mujer de cabellos ondulados.